«Hacer de la familia una Iglesia doméstica»: Pbro. Pablo Coimbra

Con la celebración de la Santa Misa, presidida por el Papa Francisco, ha culminado en Roma el Sínodo de la Familia.
A pesar de las abundantes referencias en estos días, sin embargo, me gustaría volver sobre la familia, pero para destacar algunos “consejos” prácticos para quienes desean hacer de su familia una Iglesia doméstica, tal cual propone, como un verdadero desafío, la Iglesia a los esposos cristianos. “Consejos” de un cura, que obviamente no ha formado una familia, pero procede de una y ha escuchado la angustia y desafíos de varios padres e hijos en el camino de construir familia.
El ideal sostenido por la Iglesia, a veces es entendido como discriminación. Si la Iglesia propone la familia ideal, no pocos vociferan que la Iglesia está discriminando a todos los demás tipos de familias que existen en la realidad. Estos planteos no resisten el más elemental de los razonamientos. Sería lo mismo que condenar a un médico que afirma que el sobrepeso no es bueno para la salud o que se debe lograr un peso ideal y se lo califique, por esta afirmación, de discriminar a los que tienen sobrepeso. Otro asunto es atender, cuidar y ayudar a todas las familias sin distinción.
Este interés, por quienes luchan día a día por hacer de su hogar una iglesia doméstica, me surgió a raíz de una intervención que en el sínodo realizó el Arzobispo de Nueva York, cardenal Timothy Dolan, quien señaló que “un tema muy refrescante, consistente del Sínodo ha sido la inclusión. La Iglesia, nuestra familia espiritual, acoge a todos, especialmente a aquellos que se puedan sentir excluidos”.

“Entre ellos, he escuchado comentar a los padres sinodales y los observadores, están los solteros, aquellos con atracción por el mismo sexo, los divorciados, viudos, o recientemente llegados a un nuevo país, aquellos con discapacidades, los ancianos, los minusválidos confinados en casa, minorías étnicas y raciales”, señaló. A estas personas, explicó, “nosotros en la familia de la Iglesia los amamos, los acogemos y los necesitamos”. Sin embargo, el Cardenal estadounidense señaló que “hay ahora una nueva minoría en el mundo e incluso en la Iglesia”.

El Cardenal incluyó entre estas nuevas minorías a las “parejas que, inspiradas por la enseñanza de la Iglesia de que el matrimonio es para siempre, han perseverado a través de las pruebas; parejas que han acogido el don de Dios de muchos bebés; un joven hombre y una mujer que han escogido no vivir juntos hasta el matrimonio; un hombre o mujer gay que quiere ser casto; una pareja que ha decidido que la esposa sacrificaría una prometedora carrera profesional para quedarse en casa y criar a sus hijos”.
Dolan cuestionó “¿de dónde reciben ellos ayuda y aliento? “Ellos buscan en la Iglesia y en nosotros ayuda y aliento, un abrigador sentido de inclusión.” Pues bien, ¿Cuál es el aporte que podemos hacer a aquellos esposos, padres de familia, que desean vivir con fidelidad lo que la Iglesia les propone?, ¿Cómo lograr, entonces, hacer de la familia una Iglesia doméstica? Esto no significa, en manera alguna, pensar que el hogar se deba transformar en una especie de monasterio, donde todo el día se rece y se canten salmos. No, no se trata de eso la Iglesia doméstica. Queremos reflexionar especialmente sobre la responsabilidad que tienen los padres en el cultivo de la fe en la propia familia. No sólo respecto de los hijos, sino como matrimonio, ¿y cómo se hace esto en casa?.

Aquí algunos “consejos” prácticos:

  • En cada casa cristiana debe haber en un lugar visible un crucifijo y una imagen de la Santísima Virgen María. Era frecuente que nuestros padres y abuelos colgaran en la cabecera de la cama matrimonial el crucifijo, esa costumbre se ha dejado de lado. Puede buscarse, de todas maneras, un lugar visible de la casa dónde colocar el crucifijo.
  • Se debe hacerse buena costumbre el bendecir la mesa, y que cada día le toque hacerlo a un miembro diferente de la familia.
  • Los esposos procurarán rezar juntos por ellos y por sus hijos, cada día, antes de acostarse al menos. Si no lo pueden hacer espontáneamente hay hermosas oraciones para los hijos y los esposos.
  • Procurar, al menos una vez al mes, rezar juntos, en familia, el santo rosario, empezando con uno o dos misterios.
  • Motivar a los hijos para que recen a diario los unos por los otros, por sus hermanos, por sus padres, por sus abuelos, tíos y primos, en los momentos de enfermedad, ante alguna prueba o para agradecer alguna gracia recibida, y que lo hagan en voz alta. Si se hace costumbre rezar en familia, será una maravillosa ocasión para que estén al corriente de las necesidades de todos sus miembros, brindando ayuda y consuelo en las angustias y compartiendo las alegrías, agradeciendo juntos a Dios por la vida de cada uno y el amor que los une.
  • Celebrar, como se celebra un cumpleaños, el día del bautismo de cada miembro de la familia.
  • Una vez a la semana, por ejemplo el viernes antes de la cena, propiciar un encuentro familiar para leer el santo evangelio del domingo siguiente y meditarlo juntos, a su vez podrá aprovecharse la instancia para que los padres conversen sobre algún tema actual a la luz de la fe o lean y estudien juntos algún tema del catecismo de la Iglesia.
  • Los domingos, la santa Misa, será la principal actividad de la familia. Los padres deberán explicar a sus hijos más chicos el sentido del rito y sus partes. A su vez la Navidad, la Pascua y las principales fiestas cristianas se celebrarán en su verdadero sentido de fe. Será momento para que los padres hagan memoria de lo que en verdad se está celebrando en esas fiestas, con gestos concretos, como por ejemplo el armado del pesebre con la explicación de cada uno de los personajes o la corona de adviento. Lamentablemente las fiestas cristianas cada vez se paganizan más, perdiendo su valor y profundo sentido cristiano.
  • La familia que reza y que estudia su fe, busca vivir lo que ha conocido, por lo que será de desear que se realicen actos de caridad concretos a favor de los necesitados. Los hijos que ven en sus padres actitudes y gestos de amor al prójimo aprenden, más allá de las palabras, lo que significa ver a Cristo en los hermanos. Por tanto visitar enfermos, ayudar a los necesitados o realizar alguna obra de bien público como familia será la mejor educación cristiana que puedan recibir los hijos.
    Pequeños “consejos” que requieren no más que de la voluntad de los padres, pues son ellos, el matrimonio, y no los hijos, el cimiento de la familia.

 

Pbro. Pablo Coimbra

3 thoughts on “«Hacer de la familia una Iglesia doméstica»: Pbro. Pablo Coimbra

  1. Gracias Padre Pablo!!!!le ruego recemos unos por otro para lograr familias unidas!!
    La familia que Reza unida permanece unida
    Pero que difícil es lograrlo
    “AJesus por María! Pidiendo con mucha fe lograr unir nuestras familias!
    Gracias Señor! Gracias Madre!

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